lunes, 11 de octubre de 2010

Dulce hijo de puta

Y se pelearon sinceridad y dulzura, no querían ser cómplices de susurros o chillidos entre personas, no querían poder unirse para que la verdad fuera algo grato al escucharla, así que separaron sus caminos.
La sinceridad quedó para los pocos valientes que no quieren hacerse daño ni a ellos ni a nadie, aguantando situaciones en las que miras a una persona y piensas lo contrario a lo que le dices con tu sonrisa, aunque a veces quedan mal la personas que no acostumbran a mentir.
La dulzura quedó para el resto, para todo el mundo, todos sabemos quedar bien con alguien porque nos interesa, podemos sacar una sonrisa a quien nos cae mal pero tiene más de una 90 entre la barbilla y el ombligo, y podemos fingir ser lo que no somos. Pero si no sabemos combinar ambos caminos, podemos acabar bien lejos.
Si eres sincero puedes acabar como un fracasado, y si eres sólo dulce, vas a llegar a ser un delicioso hijo de puta, que desde fuera es un bombón pero dentro no tiene chocolate.

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