lunes, 11 de marzo de 2013

Tirado en el sofá

Y ahí estoy, tirado en el sofá fumándome lo que toca después de cenar viendo a Wyoming reírse de lo penoso de lo cotidiano.
De repente se apaga la televisión, se queda en negro y aparece un niño rubio que me invita a viajar con él. Sin dudarlo, acepto su extraña propuesta y empiezo a andar.
Estoy en un pasillo larguísimo. Hay puertas a los dos lados y no veo el final.
El duendecillo abre la primera puerta. Lo primero que veo es que en la esquina, hay un cantautor sentado en un taburete entonando una protesta social. En el centro, tres cámaras rodean a Melendi que, con los ojos pintados de rosa y el pelo azul, entona una insustancial letra con dos acordes debajo.
Salimos de la sala y entramos por la segunda puerta. Hay una fiesta. Banqueros y una dirigente alemana brindan con cava. A nuestra entrada todos se callan y disimulan. No contestan las preguntas del niño que me guía, así que salimos y nos dirigimos a la siguiente puerta, que para lo otro ya está televisión española.
Al entrar en el siguiente habitáculo hay una mesa en la entrada llena de cerveza y anfetas. Sigo ojeando lo que hay, y en la esquina más lejana logro distinguir a Jean Paul Sartre, Ernest Hemingway y Chales Bukowski. Están acorralando y dando una paliza a un periodista de La Razón. No queremos alterar más la situación así que el pequeño rubio y yo huimos.
A la siguiente habitación no pudimos entrar. Estaba acordonada, la policía estaba desahuciando a una familia que perdió sus ahorros en un robo cuyos sospechosos eran un deportista y un yerno del Rey.
Esto me retuerce el estómago, y, agradeciendo al pequeño el peculiar viaje, le pido que nos vayamos, que me lleve otra vez a mi sofá.
Mientras termino de decírselo, aparece ella. Tiene la misma cara que la última vez y dice algo que sabe que sólo yo entenderé. Rectifico y le digo al niño que me deje quedarme un rato más. Sin embargo, éste se marcha y con él ella.
El principito y ella desaparecieron a lo lejos, yo terminé de ver una serie mala que había en la tele y me acosté, acojonado pensando en qué habitación me tocará a mi.