sábado, 27 de noviembre de 2010

Llueve

Y llueve, lloran las nubes porque lo dulce siempre acaba sufriendo, escupe vuestro Dios porque es un hijoputa.
Podría decir muchas falsas teorías e incluso alguna verdadera de la lluvia, pero me gusta más la práctica.
Mientras escribo esto, veo mi cristal empañado y charcos en la calle sobre los que caen más gotas. Me pongo filósofo e invento frases célebres de todos los ámbitos que te puedas imaginar. Es curioso que una simple caída de agua pueda cambiarme el estado de ánimo.
Oyendo las gotas sería capaz de poner en duda lo objetivo, de hacer al resto creer en mi subjetividad e incluso por un momento creería en el amor.
Podría escribir poemas preciosos y echar fotos con contrastes soberbios, pintar cuadros bonitos y llorar con una película.
Lo triste es que siempre que llueve no pasa ésto; me cabreo porque se me joden los planes, porque tengo que dar la luz a las 5 de la tarde, porque tengo que llevar paraguas y porque se me mojan las gafas y veo como una cámara de fórmula 1 cuando llueve.
Quizá sea mi falta de facilidad a ponerme en marcha o mi exceso de capacidad para soltar palabras de cosas que debería hacer, pero en verdad veo la lluvia por la ventana y soy como un niño que ve a sus amigos en el parque; quiero bajar y comerte bajo la lluvia, quiero verte el pelo mojado absorbiéndote la cara, quiero resfriarme contigo y luego estar pegados a la hoguera maldiciendo la inmadurez, llorando por películas de navidad y bebiendo leche caliente con miel.
Quiero mojarme, dejar los filosofeos pluviales para mi casa y disfrutar como un loco del romanticismo del agua.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Mírame al teléfono.

Mírame al teléfono, llámame al espejo, bésame en tus manos y cierra los ojos.
Hazme disfrutar disfrutando y pégame cuando yo te haga daño. Séeme infiel y no te arrepientas de ello, machácame hasta que tu sonrisa abra el telón de la reconciliación al mismo tiempo que nos metemos bajo las sábanas. Déjame seco de pasión y dame de la tuya con un lengüetazo, tírame el jarrón a la cabeza y después arreglémoslo juntos como en las pelis americanas.
No seas una princesa, sino una dulce malvada, pero sé tú, no como los demás

martes, 16 de noviembre de 2010

La reina de mi república.

La que con una bicicleta te da un paseo por los anillos de Saturno.
La que no necesita más que un kebab en un parque para tener una cena romántica.
La que te calla cuando no entiende algo y no asiente pensando en bolsos.
La que te odia cuando estás borracho pero no puede evitar abrazarte.
La que ve más allá de dos, pero tiene el dos por encima de todo.
La que tiene su propio partido político en la cabeza.
La que llora con una película y te enternece.
La que se te insinúa y te hace pensar en nada.
La que por hippie quiere cambiar el mundo pero acaba dejando sus quejas en la cabeza y las suelta en una redacción de instituto.
La que sueño todas las noches pero a la que no llego a poder coger.
La reina de mi república.