sábado, 11 de junio de 2011

"Pause"

Eso fue lo que le dijo la fémina mientras estaban manteniendo las relaciones que eran el preludio de un aturdamiento provocado por el orgasmo. Él ponía música que, acompañada de unas velas alrededor de la cama, eran el único acompañante de la pareja en el camino hacia el "piti de después", pero ella se cansó de dicho acompañamiento, le dijo que estaba harta de no ser la cantante en sus peculiares conciertos, que quería elegir la banda sonora de su vida.
La música es más que sonido, es más que el dinero que mueve, es un idioma, un menú donde elegir los platos que más convienen a cada momento de nuestra vida. Pero, ¿por qué no la utilizamos como tal? Pongamos, como ella, la música de nuestra vida. Yo ya la he puesto, y el disco de mi día a día es muy variado; llevo jazz y blues cuando quiero que la Tierra y todo lo que conlleva solo sea un globo inflado por los míos y por mi a nuestro antojo. Llevo una voz femenina a capella para cuando me apetece creer en el amor y tener una nostalgia selectiva. Llevo rock para que la sangre bombee a un rítmo igual en todos los que estamos presentes. Llevo un disco de Bob Dylan para un viaje en el que el THC y las teorías científicas sean lo único que nos acompaña. Llevo drum&bass para moverme con los bombos cuando a Zoze le apetece hacer del gran eje un Dakar.
Quizá parezca una tontería, pero cada música me hace vivir cada momento de una manera, cada rítmo me hace entender cada idioma sin haberlo estudiado; cada compás es un bombeo de mi corazón entendido como órgano que solo bombea sangre, y cada final de canción es el morbo del rítmo que me espera en la siguiente.

No hay comentarios: