miércoles, 26 de enero de 2011

La siete de un recopilatorio

Quizá fuera lo inesperado o lo que algunos llaman destino, pero esta vez ni el dinero pudo consumir las ganas de hacerlo. Después de una ida y un dolor, ambos de cabeza, solo fue la carretera la que convencía de que se estaba haciendo bien.
Quizá fuera la humedad en el ambiente o el abundante estimulante inhalado, pero fue llegar y lo primero que se encontró fue la autosatisfacción escondida en la séptima canción de un recopilatorio rayado de Bob Dylan.
Entre las olas y unos filosofeos teñidos de verde, me vi dentro de aquel agua, de la luna de aquella noche.
Me gustaría poder decir lo que pensé, pero no sé escribirlo con letras; vi que fui feliz con solo estar allí, vi las olas rompiendo como algo que va más allá del ruido que se esconde detrás de los gritos de agosto, oi la música del silencio y la única niebla que me separó de la nada era la del humo que me hacía sentir cómodo.
Pensé cursiladas sin parar, pero me era inevitable, sentado en una roca mirando la línea que hace la unión del cielo con el mar lo vi todo bonito por un instante, e intenté explicarme el por qué de esta belleza, el por qué de mi enamoramiento instantáneo hacia unas curvas que nunca me abrazarán en la cama ni me dirán te quiero, el por qué nuestra indiferencia hacia la naturaleza y su respeto hacia nosotros, y con todo esto y más cosas que no entendí, llegué a una conclusión; aparte de buena compañía, mi estable sonrisa ha sido "gracias a que la naturaleza sea tan incomprensible".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Te diría mil razones del por qué me encanta pero puede que hasta lo que estoy escribiendo ahora sea tonto, sin palabras. Eres increíble chaval.

Anónimo dijo...

Pedro ese lugar existe y seguro k lo verás y pensarás kursilás...
muy buen texto