martes, 11 de enero de 2011

Paró el crono

Y se paró el cronómetro, marcando:
-2h 36' 24'': Le fue fácil dejarse llevar, y dejando salir sus palabras, echar por tierra el compromiso de su familia en una vida sacrificada.
-15'': Fue lo qu tardó en caer de aquel lugar y en bañar el suelo de un particular rojo.
Pero, aunque solo fueran 15 segundos, le dio tiempo a recordar las últimas marcas que tomó su reloj, aunque sin mucha precisión:
-Algo menos de un año fue lo que estuvo cegado por una venda transparente que le dejaba ver solo algunas cosas.
-Un instante fue lo que tardó en traducir Carpe Diem al idioma de sus actos y ver que estaba en el cielo, fue el tiempo que le hizo falta para sonreir.
-En poco menos de dos minutos estaba terminando de dar saliva al papel y el pellizco a la risa tonta.
-Una escasa hora, fue lo que tardaron aquellas dos blancas velas en apagarse, quitándole la luz a aquellas curvas encima de mi cama, apagando su pelo rubio encima de mi pecho y su brazo rodeando mi cuerpo.
-Un parpadeo, de esta medida se acordaba mejor, pues la había vivido todos los días. Era el tiempo que le hacía falta para enamorarse, al ver los ojos de esa, la voz de aquella, el pelo de esta o el escote de alguna otra, o incluso aquel pájaro moviendo la rama del árbol del parque.
Cuando quedaban solo dos segundos para que terminara su caída hacia el olvido pensó que en verdad no tenía motivo para hacerlo, que el amor a la vida y la suerte de poder ser quien era le podían a la barrera que tapaba el perfeccionismo, a la adicción al ibuprofeno y al calor de julio.
Justo antes de caer volvió a parar el reloj de su vida, y volvió a las tres últimas horas, cuando no había echado por tierra a nadie cercano. Volvió y vivió su vida, con lo que comprendió que la única barrera que nos separa de la satisfacción (que no de la felicidad) es nuestra incomprensible complejidad.

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