domingo, 27 de marzo de 2011

Todos apáticos

Hoy he encendido la tele y solo he visto sonrisas. Disney y Sálvame hacen de la felicidad y del amor cosas convencionales, le están poniendo una careta a todo el mundo, y nadie sabe quitársela.
Ya no sé qué creerme, hemos hecho del "nomepasanada,deverdad" un eslogan anunciando nuestros días más nublos, y es que nos da miedo ser como estamos o estar como somos, cada uno que lo enfoque a su manera.
Hoy la vida es mentira porque la mueve la educación que nos han dado y no la que deberíamos tener, porque hay vallas en las fronteras y porque nos interesa odiarnos unos a otros.
A mi me gustaría que esto lo leyera quien me tenga rabia o piense que soy un imbécil, porque quizás lleven razón, o quizás no sepan que llevan la careta de la que he hablado antes. Si por un día pudiésemos romper esas gomillas, quizás todos seríamos flowerpower; no estaríamos todo el día felices, pero lo seríamos en general porque estaríamos como somos y la empatía de los cercanos haría de los ratos malos un simple acercamiento a la realidad.
Esta teoría sin fórmula o sin hipótesis inicial es simplemente una explicación de lo que yo soy; yo tengo una careta, pero la estoy rompiendo, y solo me tapo con ella la cara cuando me da miedo el mundo que estamos creando.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy profundo, me ha encantado. El problema es que, como tu sabrás, empatía y seres humanos son dos términos prácticamente incompatibles en la sociedad de hipócritas en la que estamos sumergidos. Pero si algún día consigues destruir tu máscara, ayúdame con la mía, ya que pocos lo podrían hacer.

David Charte dijo...

Una gran crítica Juan, lo de la careta me ha gustado; creo que los hay que llevan el disfraz completo.
Eso nos lleva a preguntarnos, ¿en qué medida conocemos a los que nos rodean? Una persona es algo mucho más completo de lo que tú o yo podríamos describir de nuestro mejor amigo. Pero no por eso debemos dejar de confiar en ellos, claro está.

En mi opinión, los hay que llegan a sentirse cómodos con la careta, se crean alrededor de sí mismos una personalidad hipotética e ideal que no representan pero que fingen ser, y salen a la calle a ver cuán imaginativas son las caretas de los demás... Y gente como esa dirige el mundo (o bien yo los veo a todos como una panda de hipócritas a los que solo mueve el dinero).

Tal vez le estoy dando muchas vueltas a esto, ¿no? Aún estoy pensando si debería haber pinchado en Publicar comentario o no...

Guiomar dijo...

El ser humano es una criatura frágil. Vulnerable ante las palabras, sensible al amor, capaz de ser aniquilado con mucho menos de lo que se piensa. En lo más profundo de nosotros, sabemos lo poco que bastaría para que cualquiera de nosotros cayera al suelo de rodillas llorando como un niño.Lo delicada que es la materia de la que estamos hechos... Y eso nos aterra. Por eso existen las máscaras. Y no solo las máscaras: armaduras enteras, escudos de nuestra mente, piezas resistentes capaces de protegernos y con las que salir a un mundo amenazante. Porque realmente lo es, y todos hemos sido heridos alguna vez por algún motivo que casi nos avergüenza confesar, y hemos comprendido la necesidad que defendernos.
Así que no pasa nada porque haya máscaras: la mayoría del tiempo son necesarias. No pasa nada por ponérsela antes de salir de casa como quien se pone los zapatos. Lo malo, creo, es acabar carcomido por la máscara. Que uno olvide que debe quitársela con la gente a la que quiere, con la gente buena que inevitablemente se cruza a veces con nosotros. Lo peligroso es volverse un cínico desconfiado y acabar perdiendo la capacidad de ver la magia, la calidez, la bondad que también, inevitablemente, existe y se reparte por miles de lugares: en una sonrisa bonita, en unos ojos cálidos, en una conversación sincera, en un gesto de cariño. En la camarera del bar, en ese chico del autobús que parece pensativo, en la sonrisa que me brindaron hoy aún no sé por qué.

Seamos indulgentes: al fin y al cabo todos jugamos a lo mismo, y eso nos une en una danza secreta y sutil. Un baile de máscaras del carnaval de Venecia. Creámonos sólo a medias los enfados, las risas, el tono de voz. Y aprendamos a mirar a los ojos. Dentro, muy dentro. Con comprensión, y sabiendo que a quien tenemos delante, al fin y al cabo, no es más que alguien que al igual que yo, hace sólo lo que puede. Y que en el fondo, lo único que desea es que venga alguien a quitarle con dulzura esa máscara para abandonarse sin complejos a lo que es...

Anónimo dijo...

guiomar, q placer leer tu comentario. gracias